domingo, 18 de mayo de 2014

La testigo, Nora Roberts.

Novela efectista un poco pueril. Empieza con unos asesinatos, como muchas otras novelas. La protagonista, una adolescente inocente pero, muy muy lista. Mafias rusas, polis buenos, polis malos, detectives chuscos, sexo vainilla como diría Mr. Grey. Llamar a esto novela negra sería una ofensa para muchas otras obras verdaderamente buenas.
Me cansa muchísimo el manido recurso del superhacker que entra y sale por nuestras vidas revolucionando nuestros megas como un ser omnisciente y omnipotente, pero a su vez, siendo el Robin Hood de los bits. Apesta...
Manido recurso segundo, el Síndrome de Asperger. Para explicar la inteligencia natural de un personaje le dan esa forma de actuar carente de sentimientos y regidos por la lógica más aplastante. Si quieren hacer una escéna cómica recurren a ese no saber leer entre líneas y no entender las bromas. Aquí la protagonista no se parece en nada a la de "Bones" porque además la escritora cuando le da la gana le hace tener sentimientos irracionales. Excepto los asesinatos del principio, el triunfo de los buenos sobre los malos y su fácil lectura hace de este libro una novela amable para ratos de ocio en los que no quieres pensar. Todo es predecible pero lo sigues leyendo para cerciorarte de que tus conjeturas eran ciertas.
Si lo puedes pillar de libro de bolsillo en oferta, mejor que mejor.

domingo, 11 de mayo de 2014

La salchicha peleona.

Cada vez que veo Eurovisión alucino más y más. No entiendo cómo, habiendo canciones medianamente aceptables e interpretes profesionales de principio a fin, se premia el frikismo porque es lo políticamente correcto. Algún día tengo que averiguar cómo se llevan a cabo las votaciones. Incluso España otorgó los doce puntos al dragqueen que objetívamente cantaba mal. En los foros se habla de que el politiqueo estaba presente contra Rusia tanto en los abucheos que se oían al nombrar ese país como en la votación  beneficiando una opción sexual que aborrece ese retrógrado pensamiento del que hacen gala en Moscú. Desde luego esos puntos que se intercambiaban los antiguos miembros de la URSS era un triste ejemplo del poco criterio musical que se sigue para las votaciones.

La comunicación también dio que hablar. Había que unificar el diálogo con un idioma común que no es otro que el inglés.

Cierto que nuestra presentadora no se había aprendido bien los números en inglés y la pronunciación, de nuevo, dejaba mucho que desear, pero los chovinistas franceses, como siempre, contra corriente y a su puta bola. Aunque, ¿qué sería de Eurovisión sin el "¡ guayominí di pua !" ?
En fin seguiremos comentando el mes del frikismo.