Nos levantamos animados por nuestra última visita en la India. El sitio prometía bastante, playas vírgenes con enormes rocas oscuras y cantidad de palmeras que parecen querer saltar al mar. También bonitos paseos en barca por unas lagunas espectaculares que te hacen pensar en el Amazonas. El recepcionista del hotel nos aconsejó el sleeper train with A/C. Le dijimos que ya habíamos tenido una mala experiencia con los trenes indios pero él nos aseguraba que este era mejor. Nos apañó el desplazamiento con taxi y estuvimos en la estación haciendo tiempo mientras lugareños nos contaban su vida y nos preguntaban “de donde sois”, ”es la primera vez que visitáis India” y “si volveréis a visitarla”. Como pasa en todos los sitios en la India, a la llegada del tren todo el mundo se pegaba por entrar primero y pillar sitios maravillosos que no existían. El vagón en sí parecía un barracón de Mauthausen con una especie de literas de skay azul y cortinillas de tela nada limpias. En el exterior hacía 34ºC y dentro no se superaban los 15ºC. El trayecto era Ernakulam-Trivandrum pasando por unos cuantos núcleos rurales. A la media hora me empecé a sentir indispuesto, tenía un dolor en el estómago que yo pensaba que era debido a una especie de corte de digestión. Por más que iba al asqueroso toilet del vagón no conseguía quitarme ese dolor. El tren era bastante lento y yo cada vez tenía más dolor y unos sudores fríos que me mataban. Cuando pasamos por una ciudad más o menos grande nos tiramos literalmente del tren para coger un taxi que nos llevase directos a kovalam. Con dolor y todo aun pude regatear el taxi. A los diez minutos de estar en el coche le dije al hombre que se olvidase del destino y que me llevase directo a un hospital privado. El hombre paró a preguntar en una tienda de telefonía y me llevó a uno que estaba a un kilómetro. Los hospitales de pago de la India no tienen nada que ver con los de España. En cuanto un médico me examinó un poco y me hizo una serie de preguntas me pusieron un catéter y la que lo hizo iba descalza y sin guantes de látex. Me empezaron a dar unos temblores como sin fuese el niño del exorcista y no podía controlarlos. Tras inyectarme calmantes y relajantes musculares la cosa mejoró. Me subieron a una silla de ruedas y fui pasando de sala de ecografía a sala de rayos X y después a observación en una cama en la que vete tú a saber quien había estado tumbado antes. Siguiéndonos a cada paso venía una india pequeñita con una libreta que iba cantando el coste de cada prueba que me realizaban. Tras dejarnos un rato en la cama de observación apareció el médico para explicarme que tenía un cálculo en el riñón de 9 milímetros y que debía quedarme en una de sus estancias de pago. Ya nos habíamos puesto en contacto con el seguro y habíamos elegido la habitación más cara. El jefe del hospital vino a pedirme la tarjeta de crédito para que prepagase la estancia. Me decía que pagase yo primero y que después lo reclamase al seguro. Le dije que no, que ya estábamos contactando con el seguro para solucionar el tema del pago. El tema no se solucionó hasta la tarde del día siguiente y a cada momento nos reclamaban la pasta. La habitación más cara del hospital tenía hormigas, mosquitos y en la ventana del baño cagadas de ratón. En ninguno de los baños de todo el hospital había papel higiénico, eso sí, había un cubo con una jarrita que ya habíamos visto en otros sitios y ahora ya sabemos para qué era. La intención del médico y del jefe del hospital era operarme allí mismo. Le dijimos que no, que teníamos el vuelo previsto para el día siguiente y la operación la haríamos allí. No pareció muy conforme con el tema y me dijo que tendría que firmar el alta voluntaria. Yo la firmé de mil amores. No me iba a operar en un sitio donde el personal sanitario iba descalzo y había constantes cortes de luz. Ni te digo la anestesia que se tiene que usar allí. Huimos despavoridos en cuanto nos dejaron. En el avión de vuelta me empezó de nuevo el dolor pero con una bolsa de agua caliente en el estómago y riñones se me pasó y pude dormir unas horas. En urgencias en España me dijeron que no me veían mal y que la piedra parecía haber empezado a caer sola. Tengo cita para el urólogo a ver que me cuenta del asunto.
Este es el final de mi aventura en la India. Las fotos de lo que pude haber visto están sacadas de la página de turismo de Kerala. Las más feas son la entrada del hospital y el paciente impaciente al que no le han puesto ni pijama.
Este es el final de mi aventura en la India. Las fotos de lo que pude haber visto están sacadas de la página de turismo de Kerala. Las más feas son la entrada del hospital y el paciente impaciente al que no le han puesto ni pijama.