domingo, 23 de noviembre de 2014

Rímini y San Marino



¿Donde va Vicente?... Pues eso, en Agosto la playa es lo que llama. Y uno de los destinos playeros más importantes de los italianos es Rímini. Sus kilómetros de arena ensombrillada proporcionan al visitante una imagen estival de ensueño. También la ciudad en sí y la República de San Marino que está a tiro de piedra.
En Rímini, gracias al blog www.turistacompulsiva.blogspot.com escogimos un hotel junto a la playa que estaba muy bien pero que carecía de piscina, y yo eso lo eché en falta porque hacía un calor de justicia. Urbanísticamente la ciudad está dividida en la zona turística y el casco antiguo de la ciudad. Están unidas por unos parques municipales en los que están integrados los transitadísimos carrilesbici. Allí todo el mundo se desplaza con ese medio de locomoción, por lo que la variedad de las velos era muy amplia, de paseo, de carreras, mountainbike, eléctricas, con sillín para niños, con alforjas, etc
Me entró un poco el mono de la bici, lástima que en las ciudades españolas, los políticos, pasen del tema.
La zona entre el paseo marítimo y la calle Américo Vespucio es donde se concentran la mayoría de los hoteles turísticos de la zona. Lo bueno de alojarse en alguno de estos era que tenían precios especiales para las tumbonas y sombrillas de la playa. Como nuestro hotel no tenía concierto con ningún chiringuito tuvimos que pagar 20 eurazos por sombrilla y dos hamacas. Se agradecían porque la arena ardía, no podías acercarte al agua sin chanclas. Lo malo de estos chiringuitos es que no están muy bien atendidos. En otros sitios los camareros te llevan carta, comidas y bebidas. En Rímini no se veía a nadie consumir del bar. Todos con compra de supermercado o neveras. Americo Vespucio y muchas de sus perpendiculares estaban llenas de bares, restaurantes, discotecas, tiendas y demas de garitos para esquilmar al turista. Vamos, lo que en toda playa masificada se encuentra por sus calles.
Por otro lado en el casco histórico encontramos plazas, edificios, bares, tiendas, etc, digamos que lo bueno de aquí es que acabado el día de playa desconectas paseando por una bonita y recogida ciudad. Hay un arco de triunfo que dice ser el más antiguo de Italia, pero digamos que son restos de ello montados malamente en una entrada de una muralla. Lo que si es interesante es el puente de Tiberio, si bien se lo van a cargar en dos días por el exceso de tráfico que soporta. Desde el puente hasta la dársena del puerto hay amarres a ambos lados del río.
El Castillo Sismondo, que hasta hace poco fue una cárcel, está muy bien conservado pero el ayuntamiento ha tenido la brillante idea de rodearlo de una gran zona azul que hace aparcar los coches pegados a las piedras de sillería de sus muros.
El Templo Malatestiano es una iglesia franciscana que Segismundo Malatesta quiso modificar quedando inacabada la fachada principal. En alguna publicación encontrada en internet vi que se había hecho un concurso de propuestas para su terminación (cuan grande es la ignorancia de algunos políticos).
En la Piazza Cavour tuvimos suerte de disfrutar el primer día  de un mercadillo nocturno de antigüedades. Había mucho ambiente y las terrazas estaban llenas  disfrutando de un aperitivo (spritz) y un buffet incluido en el precio. Yo ya había visto esto en Génova y pensaba que era una oferta que hacían en un bar para estudiantes. En Rímini está generalizado y hay que saber donde hay un buen buffet para ir a cenar pagando sólo el precio de la copa.
Hay buenos bares donde disfrutar de un buen prosseco y una buena piadina rellena de roastbeef y para el postre abundan heladerías de calidad.
De los días que pasamos en Rímini utilizamos una  mañana para ir de excursión a la República de San Marino, una ciudad-estado muy bien organizada dedicada potencialmente al turismo, si bien existe alguna industria y empresa comercial que se beneficie de alguna exención fiscal por estar radicada allí. El coche se aparca en un parking de pago (barato). Después se suben ascensores hasta llegar a la ciudad amurallada, en continua evolución. Sus calles empinadas y sus plazas esan llenas de tiendas de souvenirs, perfumes, ropa cara y muchas, muchas, muchas.... tiendas de armas softair (de bolitas de plástico). La gente disfrutaba con las réplicas de las AK47 y estaban bastante concurridas. No vimos ningún restaurante que mereciese la pena. El Palazzo Público estaba  custodiado por unos soldados que parecían de juguete y  hacían las delicicias de los turistas porque se dejaban hacer fotos, vamos como en todos los países. Al cambio de guardia no llegamos. En medio de la plaza estaba aparcado el audi presidencial en el que la gente también se hacía fotos. Encima de esa plaza subiendo por una cuesta accedes a otra plaza donde está la basílica. Es una iglesia de planta rectangular dedicada a San Marino Diácono (patrón y fundador del país). En ella están parte de sus restos y desde todos los ángulos hay una buena visión de su ábside central que junto al deambulatorio presenta una visión inmaculada por su color blanco.
Como parte de la visita pagamos la entrada para visitar una de las torres vigías del castillo. En una de las las salas, aparte de exhibir arsenal antiguo, había un croquis de la edad de sus murallas, muchas de ellas actuales. Las otras torres eran parecidas pero en otro lado del castillo. Eso si, entre la Torre 1 y la 3 había una zona ajardinada muy de postal llamada Rocca Guaita.
Para el que quiere algún museo hay para todos los gustos, uno de aviones en la ladera de un monte, enfrente una colección privada de Ferraris y Abarth, en el castillo el omnipresente museo de las torturas, el de historia, el de antigüedades y uno para frikis que es el de las curiosidades. Decidimos comer algo rápido e irnos a tumbar a la playa. San Marino es una visita obligada si visitas Rímini pero no es un destino en sí.

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